jueves, 27 de septiembre de 2012

FRUTOS DEL TROPIC

O de las historias que dan sentido a un espacio

Los seres humanos creamos espacios que al fin y al cabo son experiencias que retumban en nuestra imaginación, alimentados sobre todo en la infancia y en el transcurrir de nuestro camino por la vida.  Todos queremos tener un lugar donde albergar nuestra alma, un lugar que sea solo nuestro, en el cual podamos expresar una idea o un concepto sobre el mundo, una poética.  En mi caso, ese lugar, ese fruto especial es Tropic, un espacio para reflejar unos anhelos, es la concha, el refugio para sentirme protegida; es como la choza, el iglú, la maloca*, un rancho de bahareque para hilvanar sueños, el palacio, el teatro, la pérgola, el escenario, el tambo*, la fuente actual, la madriguera, la cueva, el santuario, el camino y el medio para estar conmigo misma y con los otros.  Es el poema Margarita de Rubén Darío en homenaje a mi padre, las fotos de mis indígenas primigenios, los olores a canela y a cardamomo, la gente que los detecta y dice "huele a especia".  Donde los colores rompen el blanco unánime de la nieve y siempre hay algo diferente en el cristal de la entrada que es como la vitrina de mis imaginarios.  

Es la deconstrucción de pensares acerca de un país llamado Colombia y sobre quienes no somos autóctonos.  Lo componen niños "(des)ordenando su pequeño rincón de juguetes reciclados que ahora tienen otra oportunidad de ser jugados, las bouganvillas que se entristecen de pronto al comienzo del otoño y las plataneras que ahora quieren también sobrevivir al invierno que les es extraño, las plantas de stevia rebaudiana que nunca dejan de dar azúcar natural, la gente que se detiene ante el mapa de Peters y compone el mundo según su propia visión y los que pasan de largo porque "a quién se le ocurrió poner algo tan raro en los Pirineos" o se sonríen imaginando que adentro de esos colores alguien está loco porque eso no pega con el paisaje de la montaña de este lugar tan alejado de la ciudad.  

Sobre todo, Tropic, son las historias que se van tejiendo entre todos los avezados que rompen la cordura para traspasar su diminuta puerta por donde no caben los cochecitos de los bebés pero sí su asombro y el de los adultos que se arriesgan a comer yuca y arepa con las manos. Es la alegría de ver a Ángela, la primera niña que probó los batidos del Tropic, cuando llega e inaugura la temporada y está más grande y linda con sus hermanitos que también son fans de las frutas.  Es el batido "Núria", de mora o con cualquier combinación de esta, en homenaje a aquella niña de Tarragona y a su familia; es la dulzura de Mónica y sus "panelitas", es el recuerdo de Elena y David, "los vascos que comen con las manos", una historia compartida sobre esta nación que de niña mi padre me contó y de ellos que la confirmaron cuando les faltaban cubiertos; o de los Antoni que repiten el canelazo, frío o caliente, o de los que piden la infusión "que tu quieras", el bocadillo imprevisto de Paula, los nachos que ahora son de maíz ecológico y se hacen por encargo y el infaltable guacamole; es el zumo de maracuyá de Marimar y el de coco de Jeny, Édgar, de Ricard y su grupito a las once de la noche con batido de chocolate o de coco con chocolate;  es Rocinante, el caballito que no deja ir a los niños porque se les quiere y ellos son lo primero, en atención y en su energía limpia y transparente.  Es la algarabía de Unai y Smahan que ya no están juntos en youtube o armando su facebook y de sus amiguitos del verano, de Blanca y su infaltable dulzura, acompañada de mora con coco.  

Es la conciencia sobre la diversidad y las minorías, también alimentarias, de los que no toman lácteos o son vegetarianos, es echar de menos a Gisela y Marc cuando no vienen en varios días a tomar coco con leche de soja o a Ingrid y a Marc con su perro cuando se van a dar un paseo al río y se acaba el batido de mora. Es un amigo argentino de pelo largo, otro de Extremadura y una amiga de Cantabria con su perro adoptivo, es la prisa de Tonyo por tomar su cerveza antes de cenar y el vino del Pere, el papelón y los tostones* de Renato, los mensajes de la gente al tropicdelavall@gmail.com, Maribel con sus dedos mágicos y la nostalgia anticipada de las historias que faltan por tejer.  Es la locura y la imaginación que a veces se desborda por todos los poros.

Es la resistencia a la automatización del ser humano, a través del alimento creado por inspiración del día y compartido desde la cocina sin puertas, donde se cuecen con el ingrediente del cariño, no sólo platos de Latinoamérica, sino de un huerto cercano, con aceites limpios y gran parte de los productos ecológicos.  Es la barra con la máquina de moler recuerdos, el mate de coca, mi "Tejedora de coronas"* y otros libros deslumbrantes de la América querida, historias al pie de una cerveza artesana o del país, de aguapanela con limón como alternativa a la bebida de siempre, la chispa de la malicia indígena que se hace al momento y no va embotellada, acompañada de los pasteles de Yanira con su ritmo de la tierra de las hormigas culonas (Santander - Colombia) o de las historias zen de Juanjo a Héctor el bereber.

Tropic es música, sonidos y también silencio.  Sones de los negros, de los tambores, de las guitarras, de los chocoanos, de los gitanos, de las tierras de mar y montaña, de violines, boleros, cumbias, rock, tango y folklore argentino, de los celtas, jazz y acordeón, de todo un poco, colección de recuerdos para escuchar, propios y regalos de algunos que dejan su música en otra parte; es silencio para los lectores de libros de verdad que están disponibles en la modesta biblioteca del bar y para quienes el wifi no sale de vacaciones.  Es hielo y leche para alguna urgencia de turista que llega a un pueblo que cierra temprano.

Tropic es la algarabía de quienes repiten y vuelven, de quienes te abrazan y no volverás a ver pero quedarán siempre en la memoria afectiva que va llenando de sensaciones y recuerdos un pequeño espacio del Pirineo catalán, tan pequeño como la humanidad de su creadora que siempre tiene el corazón lleno de aborozo, cuando cocina, cuando sirve, cuando comparte, cuando le dejan los platos brillantes y reconocen sus nombres y cuentan sus propias historias. Tropic es  la orfandad de la terraza, ahora al principio del otoño, de las tardes y de la noche cuando se van todos ellos y el pueblo se va silenciando y queda ese aire de ya vendrá el próximo verano y estaremos de nuevo en Barruera. 

Tropic es la confirmación de lo positivo, de la esperanza, donde se queda todo lo bueno, los abrazos y los besos, alguna que otra lágrima, el agradecimiento a quienes pasan por el y muchos dejan sus correos, otros envían fotos y dejan la piedra preciosa del calor humano.  Es la demostración de pequeños milagros de amor y de encuentros maravillosos. Es magia, es la presencia y ausencia.  Es este blog que descansó en verano, pero ahí estaba el facebook mostrando todo esto que digo ahora, alimentos, actividades y, sobre todo, una comunidad afectiva que le da sentido a este espacio donde solo entran y salen las emociones positivas y se comparten sensibilidades alrededor de la diversidad.  Es el amor en tiempos que llaman "crisis" y que en estos dos años hemos cambiado por ilusión.  Es el amor en los tiempos del Tropic.

* Maloca y tambo: viviendas tradicionales indígenas en Colombia
* Papelón: denominación en Venezuela de la bebida de panela y limón que en Colombia es aguapanela con limón o aguadulce (bebida alternativa en el Tropic).  Los tostones son chips de plátano que en otros lugares son patacones.
* La Tejedora de coronas de Germán Espinoza, escritor colombiano, mi novela estrella.