viernes, 27 de marzo de 2015

REFLEXIONES DE IDA Y VUELTA

Cada año voy a Colombia y siempre me surgen reflexiones acerca de la vida, de cómo la vivimos y cómo esperamos que sea. Los primeros días, me reacostumbro al ruido que reemplaza el silencio en el que habito desde hace ocho años en este Pirineo al que ahora pertenezco legalmente pues me han otorgado la nacionalidad española.  Eso no cambia lo que soy, de dónde vengo y a dónde iré; tampoco mi acento ni mis raíces; solo me da una "seguridad" en aspectos como la movilidad por tierras europeas y otras más lejanas, algunos beneficios institucionales y como ciudadana me permite ejercer el derecho al voto nacional y local.  No es nada del otro mundo, o sí, es de este mundo europeo en el que descubro tanto como en el conquistado y desde ambos no dejo de comparar para bien - o será para mal- realidades que como mujer inquieta me suscita el ir y venir. Sigo siendo la misma con un poco más de consciencia y menos ignorante.  

Son reflexiones que por mi parte me animan a una autocrítica proactiva para ser mejor persona. Se permite la reproducción y copia.

La primera es sobre el estilo de vida de allí y de aquí, donde casi todo se compra y se vende.  Desde hace algún tiempo estoy practicando - lo intento a consciencia - el consumo responsable a través de acciones cotidianas sencillas.  Una de ellas es no comprar productos Made in China, Bangladesh, etc., no tanto por el criterio geográfico, que también, sino porque en dichos lugares y con la deslocalización de las empresas en todo el mundo, se fabrica  a costa de la dignidad de miles de seres humanos que trabajan sin las menores condiciones de salubridad, seguridad y dignidad y cuando nos vestimos con ellas - generalmente porque "son muy baratas" y no podemos dejarlas en los estantes - todos somos parte de la cadena de legitimación de, entre otras tantas, las nuevas esclavitudes postmodernas, basadas en el consumo que finalmente - nunca más bien dicho- consume a la humanidad.

Puesta en ello, siento, de sentir de sentimiento y de sentir de ¡qué pena!, que no solo consumimos cosas, materia inanimada, "pendejadas" como se dice en Colombia, sino sensibilidades y actitudes. Extrapolando harto, desde farándula, religiones, esoterismo, hasta pseudociencia, política, filosofía, dizque literatura, dizque erótica, dizque música y no termino porque seguro me agota lo tecnológico que si no fuera por el no me estarían aguantando, pero si no fuera por él, tanta gente estaría mirándose a los ojos, descubriendo la belleza de la naturaleza, inventando nuevas formas de mirarnos interiormente, compartiendo la corta existencia con más armonía, leyendo un libro de verdad sin comprarlo o simplemente respirando mejor.

Y como por ponerme a criticar o, mejor, a autocriticar, debo darme también una alternativa, y si les sirve pues mejor, creo que la salida es descomponer el problema y plantear una alternativa o lo que llaman deconstruir, veo que lo único que puedo hacer es a partir de mí misma, no de quejarme porque otros lo harán o no, o si saben que se autoconsumen y como en una Misión Imposible, después nadie responderá, lanzo una primera.

Cada año se tiran mil millones de toneladas de residuos sin reciclar , mientras que el 90% de estos podría reutilizarse para crear nuevos productos.  Estos días escuché la palabra RECICREAR y me encantó. Dos veces al año reviso los armarios y la casa, y siempre me queda algo que nunca lo tiro a la basura sin pensar.  Esta vez he sacado ropa interior y me pregunté qué hacer con ella y encontré una solución, es de una tienda de España pero seguro que la hay en otras ciudades o la podemos promover en donde estemos, en la casa, en la empresa, en la escuela, en fin.  Internet sirve porque hay montones de propuestas, les copio las dos primeras que vi.





Generalmente esperamos que "los demás" sean quienes cambien.  Loro viejo no aprende a hablar, mentiras, puede hasta enseñar.  El cambio comienza con el autocambio.

Un abrazo