miércoles, 30 de mayo de 2012

DERECHOS FUNDAMENTALES NO OFICIALES

El derecho al desaliento
Todos, de una manera u otra, nos afrontamos en la vida a situaciones de muy diversa índole, en mi caso, por difíciles que sean, siempre aprendo algo o veo el lado positivo de ellas.  Pero naturalmente, como humana que soy, tengo mis momentos, como dijo el poeta colombiano Porfirio Barba Jacob, "hay días en que somos...", en este caso, yo, "tan lúgubres, tan lúgubres, como en las noches lúgubres el llanto del pinar. El alma gime entonces bajo el dolor del mundo, y acaso ni Dios mismo nos puede consolar".

La tristeza para mí es una emoción natural más y por eso, con mi acostumbrada pasión por la vida, en la cual trato de llegar al fondo de las cosas, de los sentimientos, no la evado, más bien, la siento, la digiero y la dejo irse por los recovecos de mi alma.  A veces siento tanto, tanto, que creo que no es normal, seguramente algún psicólogo diría que tengo un trauma y un psiquiatra sugeriría que es parte de la locura que todos llevamos a cuestas.  Y, lógicamente, saldría el inevitablemente fármaco para sanarme. Al fin y al cabo los seres humanos somos como un collage de todos los tonos, colores y texturas. O como dirían en mi tierra, somos como un "sancocho"* que será delicioso o no según los ingredientes tenga y el cariño con el que se comparta.

Hace poco leí que la DSM5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders que se publicará en mayo de 2013), incluía unos seis tipos de "enfermedades nuevas", entre ellas, leáse bien, la timidez, la rebelión infantil, el duelo, etc. claro, tenía que ser así, después del éxito rotundo de medicar la tristeza y otros sentimientos.  Por supuesto que tras la eficacia de tantos fármacos para las enfermedades físicas y teniendo en cuenta que los seres humanos también tenemos una parte racional, una espiritual y otras aledañas (como la vanidad, el cansancio, las ganas de broncearnos, preocuparnos por una adecuada alimentación, etc), es normal que la industria de los remedios esté atenta a todos los "males" que salgan de dicha conformación y estén preparando los medicamentos para "atacarlos".  De las enfermedades comunes, tanto leves como graves, lógicamente me alegra que la ciencia dedique gran parte a su investigación y tratamiento, seguro que hay más curas de las que conocemos y más información de la que contamos. 

Pero también tenemos más enfermedades de las que realmente deberían calificarse como tales, o por lo menos muchas personas pensamos que son simples expresiones del carácter y de las variaciones humanas, por ejemplo el stress postvacacional, la hipoactividad, la timidez, la excentricidad, la aflicción, el duelo por la muerte de un ser querido, en fin, hasta soñar sería un síndrome y así podríamos permitir que los comportamientos sean males "remediables", de tal manera que a su vez podría causarnos otra enfermedad, la de encasillarnos a nosotros mismos, contribuyendo a lo que quiere de nosotros el consumismo.

Quería hablar de mi tristeza, enredada con la nostalgia, de esa dimensión interior que por momentos nos hace sentir tan vulnerables.  No acepto que dicho estado sea una enfermedad, a pesar de los listados de las multinacionales farmaceúticas y del DSM-5.  Quería reafirmar el derecho al desaliento, de sentir que por motivos de la vida, algunas lágrimas me salen del corazón y recorren mis arterias y venas, se bañan en ellas, se tropiezan y devuelven, otras se estancan por horas y algunas, casi todas, siguen el curso normal para dejarme los ojos más brillantes y el cuerpo menos pesado.  Reivindico ese estado normal de las personas que nos detiene por momentos para comprender mejor nuestros anhelos y relaciones y al final, a la salida de los ojos, dejar fluir esas lágrimas hacia nuestras pestañas que no dejan de moverse para mostrarnos que seguimos más vivos que nunca, con todo un mundo que sigue afuera de nuestros párpados, esperando a que la respiración tome su cauce tranquilo para disfrutar de esta vida tan corta que según decía el mismo poeta "Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día... en que levamos anclas para jamás volver...Un día en que discurren vientos ineluctables ¡un día en que ya nadie nos puede retener!"

Así que estoy triste, mi tristeza es mía y nada más, no tiene remedio, estoy sana, estoy viva.  Viva el desaliento. 

SANCOCHO: plato típico colombiano


Definición alternativa de sancocho (escrita por un colombiano nostálgico a quien su hija le pregunta qué es un sancocho)
'Para un colombiano, un sancocho es amistad, amor, fraternidad, besos, abrazos. Es compartir con el vecino, con los amigos y con el que llegue, es probar aquí, probar allá. Es parranda, es rumba, es navidad, es semana santa y carnaval, es playa, aguardiente, ron, mujeres, raticos, momentos, años que componen la felicidad del colombiano. Es sol, llano, montañas y laderas. Es manantial y río al carbón. Es tambor y pescado, carne y verduras, es ricura, es familia...es amor hija. Ella contestó: ¿como puedes saber todo eso? Y él responde: por que soy colombiano, lo sé porque soy de allá y allá crecí y un Sancocho es un icono colombiano que nos identifica. Me dijo: Papi, yo quiero ser colombiana, hazme un sancocho. Le dije: qué difícil explicar las cosas sencillas de nuestra cotidianidad cuando se está lejos, qué duro es traducir el sentimiento, qué triste es luchar con la absorción de otra cultura, de otros iconos (mcdonald's, tim hortons, disney, etc). Qué dolor sentir que se pierde nuestro idioma, nuestro acento, cómo perdemos de vista nuestros paisajes, qué amargo es mirar a lo lejos y no ver sino recuerdos, cómo ocultarlo, cómo vivir sin mis viejos amigos, mis hermanos, sin reunión familiar y sin un buen sancocho.'

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